Lo peor que podía ocurrir, sucedió. Yi no se lo perdonará…
«A Yi se le han secado las lágrimas, las ha derramado todas. Ha llorado por sus muertos, por su cobardía, por la desgracia que se ha abatido sobre tantos por su culpa. Ahora está tumbado en el suelo en medio de los cuerpos de su esposa y su único hijo, abrazado a ellos como si la fuerza con que los amarra pudiera impedir que se fueran para siempre. No sabe el tiempo que ha permanecido allí, llorando con rabia, con la misma intensidad del agua que ha desbordado la presa. Después el llanto sosegado, resignado, le enfrenta a la realidad. Él aún ha tenido suerte, otros ni siquiera han recuperado los cuerpos de sus seres queridos. Algunos no los encontrarán jamás.»
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