Cómo empezamos a vivir online, sojuzgados por la tecnología y los poderosos. Una historia del futuro

Año Nuevo Chino

El legislador Chung Chia-pin (鍾佳濱) del Partido Democrático Progresista, DPP, propuso el lunes tres diseños de pasaporte, en una sesión de interpelación como referencia para el Ministerio de Relaciones Exteriores, MOFA. Hizo una propuesta para la eliminación de la palabra "China" en el pasaporte taiwanés para evitar malentendidos.

Taiwan News. 2020

Casa de Li Ji. Hace tres años
Taipei, Taiwan

Para alguien que haya disfrutado de la celebración del Año Nuevo Chino en una ciudad como San Francisco, Seattle o cualquier otra en Occidente, la de Taipei le parecería una pobre copia. Sobria, sin fuegos artificiales majestuosos, mucho más hogareña. Aunque eso no fue un problema para Martín Lee, cuando aún no era AKA, porque descubrir Taiwán con su familia paterna, los Li, fue una experiencia increíble.

La rama taiwanesa de la familia Li lleva más de dos siglos en la isla. En una hipotética escala de nativos, no se les puede considerar tan patanegra como los que hablan hokkien, chinos más «viejos», pero sí más que aquellos que llegaron a la isla después de 1949. En la actualidad los habitantes originarios de Formosa son una reducidísima minoría con escaso peso político. 

Nick Lee, el padre de AKA, había nacido en Singapur, en el seno de una familia originaria de China, como tantas otras diseminadas por medio mundo. Emigró joven a Estados Unidos para completar sus estudios y ya no volvió. Americanizó su apellido, de Li a Lee, por una cuestión práctica, que además coincidía con el de Bruce Lee, un referente para él, prototipo de chino triunfador en América. 

Para mantener el contacto, la familia se reunía siempre que fuera posible en algún lugar del mundo. En esa ocasión le había tocado el turno a Taipei. Coincidieron más de cuarenta familiares provenientes del extranjero y otros tantos de la rama local, además de unos cuantos amigos de la familia. En total acudieron más de cien personas a la fiesta de ese día.

Martin se lo pasaba genial con sus primos casi todos tan lejanos, que le era difícil ubicar su parentesco en el árbol familiar. Hablaban habitualmente en inglés, aunque el mandarín era frecuente también entre los más jóvenes. A Martin le costaba un poco el chino porque no solía utilizarlo en Springfield, donde solo lo hablaba con su padre y en las clases particulares que recibía.

Para sus padres es importante que tenga un buen dominio del chino, más por la trascendencia que tendrá en el futuro que por apego familiar. La familia Li es un buen ejemplo de la pujanza del poder chino que Nick anuncia siempre que tiene ocasión. Comerciantes avezados desde hace generaciones, habían conseguido llegar a lo más alto y mantenían magníficos vínculos con la gente más influyente en sus países de acogida.

Viendo como Martin deambulaba por la fiesta, Alice dejó a un lado su preocupación inicial. Estaba sorprendida de lo bien que se había integrado su hijo con un grupo tan variopinto, formado casi por entero por orientales. Sobre todo teniendo en cuenta que con algunos de sus primos, los de Singapur, se había visto en persona tan solo una vez, hacía seis años en Valencia. Después solo habían tenido algún contacto esporádico por chat. El propósito de las reuniones, cada dos años, era que todos, especialmente los chavales, mantuvieran un vínculo familiar que luego les permitiera aprovechar las conexiones. A la vuelta de las vacaciones tendría que prestar más atención a esas relaciones familiares…

—¿Qué te parece? —Es Nick, inclinándose en el sillón para acercarse más a ella.

—Me maravilla, la verdad —al observar el gesto de que no la ha oído, eleva la voz—…que los Lee mantengáis un vínculo de siglos, me parece algo fascinante.

—Entonces, ¿ha merecido la pena tomarte estos días de vacaciones?

—Sí, por supuesto, por Martin y también por mí —su sonrisa muestra tanta complicidad como picardía—. Pero me chocan todas esas personas con mascarilla, aquí se lo están tomando en serio.

—Aquí todo se lo toman en serio. Ya tienen experiencia con las gripes aviares y demás.

—Aunque tú pareces estar en tu salsa…

Nick la mira un momento, intentando adivinar qué hay tras esas palabras. Si algo ha aprendido de su querida mujercita, es que Alice nunca da puntada sin hilo. Esa cabeza acostumbrada al análisis de datos, también es muy hábil cuando se trata de evaluar personas.

—Algo así, sí.

En ese momento interrumpe su conversación Li Ji, el anfitrión de la fiesta, que llega acompañado de un tipo alto y rubio, de sonrisa seductora.

—Disculpad que os interrumpa. Alice, Nick… permítidme que os presente a Mark Gardener.

—Encantado de conoceros, Alice… —le da la mano a ella que permanece sentada.

—Es un placer Mark —saluda Alice.

—Lo mismo digo —responde Nick que se ha levantado para estrechar su mano.

—Nick, Ji me ha hablado mucho de ti.

—Mark trabaja para una empresa de Singapur y además es consultor estratégico independiente —interviene Ji—. Y creo que tenéis algunos conocidos e intereses comunes. 

Los dos hombres se observan con diplomática y afable curiosidad. Mientras Ji, conspirador, hace un guiño a Alice, que sonríe, encogiéndose de hombros ligeramente.

—Ahora me tendréis que disculpar, con todo el lío del virus, hay unos familiares que han sido retenidos en el aeropuerto —se excusa el anfitrión—. Si os parece luego nos vemos y me contais. Si no es muy secreto…

Suelta una risita un tanto ridícula y todos celebran la ocurrencia.

—Vaya, lo del coronavirus este sí que es un inconveniente. Tal vez pueda echar una mano a Sarah, ¿me dices dónde está? —pregunta Alice, educadamente.

—Claro. Creo que está peleada con los del catering —tomándola ligeramente del codo la aparta de los dos hombres—. Ven, te acompañaré.

Intercambian breves saludos de despedida. Los dos hombres ya solos se alejan pausadamente del bullicio general, hacia una terraza desde la que se ve el amplio jardín. Allí se está preparando un almuerzo informal, al estilo de Taiwán y de los Li: comida suficiente para alimentar a un pequeño país.

—Menudo lío lo del coronavirus ¿eh? Esperemos que no vaya a más.

—Ojalá —responde Nick—¿Qué te ha traído hasta tan lejos Mark?

—En realidad creo que estoy bastante más cerca que tú —observa con una sonrisa—. Ji me ha dicho que vives en Oregon, en el pueblo de los Simpson, ¿Springfield? 

—Estoy acostumbrado a la broma. Yo reaccioné igual cuando me hablaron por primera vez de Springfield—responde en un tono que pretende ser divertido—. Sabía que había uno en Illinois, lo que desconocía es que hay unas cuantas ciudades en Estados Unidos y en otros lugares del mundo con ese nombre.

—Interesante. No tenía ni idea.

—Solo después de llegar allí descubrí que la ciudad de los Simpson simplemente no existía. Fue una invención de Groening y los suyos.

Al ver que no responde continúa.

—¿Y tú, de dónde eres Mark?

—Pues nací en Australia, en un rancho del interior. Básicamente soy un granjero. 

—Me lo había parecido. Pero apenas se te nota que eres australiano…

—Es que de chaval me enviaron a estudiar a Sydney y ya no hubo forma de volver atrás. Desde entonces no he dejado de moverme —Mark hace un ademán amplio con la mano, abarcando lo que veían—. El mundo es muy grande para perdérselo. ¿No crees?

—Sin duda, ¿cuánto tiempo llevas en Singapur?

—Casi dos años ya.

—¿Te gusta?

—Sí, es apasionante —responde con intensidad—. Es una ciudad increíble, no conozco ninguna otra con esa mezcla de culturas. Oriente, occidente, tradición, modernidad… todo está representado.

—Cierto, probablemente solo Abu Dhabi pueda competir hoy con Singapur en la pujanza que produce esa mezcla cultural —confirma Nick—. New York se está quedando descolgada. Y Londres es tan… ¿decadente?

—Estoy de acuerdo —sigue ya en tono más formal—. El mundo del futuro es de los que comprendéis el valor de las diferencias.

A Nick que le haga un poco la pelota le parece aceptable. Demuestra respeto, que entiende las reglas del juego. Deja claro que no es un novato.

—De los que sabéis aprovecharlas —insiste Mark con intención.

Nick lo examina curioso esperando el siguiente movimiento.

—De eso es de lo que quería hablarte, cuando tengas unos minutos —concluye con su más atractiva sonrisa destinada a un interlocutor masculino.

A Nick le gusta lo que muestra Mark, no es un player cualquiera. Ji no lo habría invitado a la fiesta si no valiese mucho la pena y desde luego, no se habría molestado en ponerlos en contacto. 

Ambos observan el entorno. Nick conoce a casi todos los occidentales que hay en la fiesta, esposas o maridos de algunos de sus familiares. Mark aguarda en silencio, lo que también es una buena señal. Su intuición y experiencia le indican que es un tipo interesante, un buen socio. 

—Te escucharé con mucha atención —responde Nick.

—Genial, podemos hacer una videollamada en unos días —plantea abiertamente—. A final de mes tengo que viajar a Los Angeles. ¿Queda muy lejos de Springfield?

—Para ir y venir en el día bastante. Son como 800 millas —confirma Nick—. Solo hay dos vuelos directos a la semana. 

—Vaya —responde su nuevo amigo con gesto cómico.

—Estaré encantado de recibirte en mi casa si te animas. Organízate y me dices. Sin problemas. 

El simpático hombretón se queda pensativo.

—Probablemente la mejor opción es llegar desde Portland —continúa Nick—. Desde Los Angeles tienes cuatro o cinco vuelos diarios y luego solo un par de horas de coche. Si te gusta conducir es un paisaje interesante. Y si no un Uber es otra alternativa.

—Me gusta conducir, no hay problema. Miraré opciones —responde Mark—. Tal vez podría hacerlo coincidir con el fin de semana.

—Si es así podemos aprovechar para hacer alguna escapada. Hay lugares espectaculares como el Crater Lake.

—No quiero ser una molestia Nick.

—En absoluto Mark. Mi hijo Martin puede acompañarnos, seguro que se lo pasará genial. Y Alice estará encantada de salir los fines de semana, se pasa la mayor parte del tiempo trabajando en casa.

—Entiendo. ¿Es ama de casa?

—¡Qué va! Que sepas que esto te podría costar algunos puntos  —responde con un guiño—. Alice es química, bióloga molecular y se ocupa del análisis de datos para una compañía farmacéutica de Portland, teletrabaja la mayor parte del tiempo. En realidad ella es la razón por la que yo acabé en Oregon.

—Las mujeres siempre deciden al final —bromea—. Muy bien, estaremos en contacto. ¿Te parece que te llame la próxima semana para concretar?

—Por supuesto —acepta Nick— Ahora cuéntame algo más concreto de lo que haces.

—Digamos que facilito el acuerdo entre organizaciones, públicas y privadas —hace una pequeña pausa—. Principalmente entre diferentes países de Asia. Pero estoy dejando de atender las oportunidades que se presentan con tu país.

—Vaya yo hago lo mismo, pero en América.

—Lo sé, por eso es bueno que hablemos. Creo que podemos establecer una productiva relación. Veo interesantes posibilidades.

Ambos sonríen. Dos animales colaborativos han encontrado a su semejante.

—Estoy convencido —responde Nick ofreciendo la mano de nuevo a Mark, que la estrecha con energía.

Continuará…

Si quieres empezar desde el principio, aquí tienes el primer capítulo. Y luego dale a Siguiente.

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2 comentarios

  1. LUISA JIMENEZ

    Supongo que habrás vivido algunos momentos así: encontrarte de golpe con alguien cuyos intereses coinciden casi al completo con los tuyos.
    Debe ser mágico.
    A mí nunca me ha pasado fuera del plano más superficial, sobre gustos y temas compartidos. Sin posibilidad de materializarlo.
    Que tengas muchos más así!!!

    • Pues creo que me ha pasado unas cuantas veces. Pero el común de los mortales no entiende una relación en la que das sin pedir a cambio, porque anticipas que habrá mucho más. No es generosidad, es sentido común. Supongo que funciona a cualquier nivel: profesional, amistad, amor…

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